Abrir el pecho
Abrirle el pecho
Abrirte el pecho
Tocar tu pecho
Que escuches mi pecho
Sacar el alma
Mirarte, capulí,
Tomarte
He decidido tomarte con la cara abierta y las manos sucias
Arrojarme. Arrojarte muertes y arrogarte luces. Verte caminar desnudo por el patio mientras luciérnagas azules cantan tu nombre.
Desgarrarme. Cortar mis pieles a pedazos, ver volar mis ojos y mis labios, y mis piernas y mis cosas, escuchar de a poco a mis membranas ser rotas, descubiertas, encontradas, desmenuzadas como este puñado de tierra de este río.
Tomarnos
Tomarnos las caderas, y los brazos, y las noches y la voz.
Tomarnos la voz como si fuera el último aullido de la carne y mirarnos ciegos desde adentro, tomarnos sin piedad. Sin piedad.
Le da miedo que le florezcan, dicen
se cuenta que alguna vez fue pájaro
y flor y manantial de agua clara,
dicen también
que por las noches jugaba a que le amaban
y que construía nidos con sus cabellos
a ver si algún día alguien se quedaba
¿Haz visto como crecen las semillas?
En cada brisa una hoja, en cada gota una flor
Así me creces, dentro,
débiles y extensas hilachas, ramas vivas que al calor de mi humedad encuentran su refugio. Te esperaban.
Vibran.
Vibran revueltas con tus olores y juegan a que están ciegas para poder tocarte.
Te escucho.
Respiras.
Y detrás de tus pecas me imagino hay frutos, aguas, montes, huracanes y estrellas. Somos polvo de estrellas, dices. Somos lunas.
Estarnos.
¿Haz visto como crecen las semillas?
Creces tú. Débiles y extensas hilachas que me crecen por dentro. Corres libre, corriente, calor, corres libre y te me escapas. Me desgarras y me muerdes...
tu me muerdes.
Tu escritura es recortada y siempre se tropieza. Nunca sabe si está arriba o está abajo, si cantar o si rugir. No sabe terminar esto que empezó. Lo deja así. Me lo deja así:
Leyendote el alma desde la mía.
Leyendote el alma desde la mía.